viernes, 25 de mayo de 2012

(Editorial del Diario El Comercio)

Crimen y castigo

Ampliar la cobertura del SOAT a actos criminales es una pésima idea

Lunes 21 de mayo de 2012 - 07:00 am DEL
Una nueva propuesta de ley ha sido aprobada por la Comisión de Transportes y Comunicaciones del Congreso y será próximamente discutida en el pleno. Esta original iniciativa pretende que el Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT) cubra no solo los daños físicos ocasionados por el conductor responsable de un accidente a los ocupantes de su vehículo o a terceros no ocupantes, sino también los que ellos sufran si un criminal asalta el vehículo o lo ataca al cometer un acto terrorista.
Para comprender por qué este proyecto no es más que una mala idea, es útil entender la razón por la que hoy la ley obliga a los propietarios de un vehículo a contratar un SOAT: cada uno debe ser responsable por los daños que causa a otras personas. Por eso se obliga al dueño de un automóvil a contar con un seguro que permita que no evada su responsabilidad de responder por las lesiones que genere cuando causa un accidente. El SOAT, en pocas palabras, asegura que quien rompe los platos sea quien los pague.
El creativo proyecto de ley aprobado por la Comisión de Transportes, en cambio, hace que los propietarios de los vehículos paguen los platos que rompen los criminales cuando obliga a los primeros a contratar una póliza contra los daños que causen los segundos. Bajo su pretendida lógica, ¿por qué no obligar a los vecinos de Lince a contratar un seguro que cubra las pérdidas que sufran las personas en Jesús María cuando un ladrón robe sus casas? O, mejor aún, ¿por qué no hacer responsables a los transeúntes que caminen frente a un banco por los daños que causen los asaltantes que lo roben? Para tal caso, ¿por qué no obligar a los congresistas de la Comisión de Transportes a contratar un seguro que cubra los daños que cause la Comisión de Justicia?
Los autores de este proyecto de ley, además, parecen creer que logran reparar los daños que los criminales ocasionan, cuando en realidad lo único que generan es crear nuevas víctimas que, a diferencia de las anteriores, han sido seleccionadas por el Estado.
Asimismo, estos congresistas han decidido permanecer ciegos ante una de sus consecuencias más obvias: quieran aceptarlo o no, el precio del SOAT subirá. Si, fuera de los daños causados por los mismos conductores, la póliza que ellos pagan tiene que cubrir los causados por criminales, las compañías de seguros tendrán que asumir mayores costos. Naturalmente, para mantener la rentabilidad de este negocio, tendrán que elevar sus precios.
Además de afectar el bolsillo de los propietarios de alrededor de dos millones y medio de vehículos en el país, el inevitable aumento de precios, a su vez, aumentará la informalidad. Si el SOAT es más costoso, serán más las personas las que decidan no pagarlo. Así, de aprobarse, el proyecto de ley logrará, irónicamente, aquello que el SOAT nació para evitar: elevar el número de víctimas de accidentes de tránsito que no tendrán cómo cobrarle al conductor que causó el accidente.
Lo más insólito de este proyecto, por último, es que en la exposición de motivos sus autores señalan que las cifras que muestran el incremento de la delincuencia “nos hacen reflexionar acerca de lo necesario que resulta hacer una extensión de la cobertura del Seguro Obligatorio Vehicular”. Si de reflexionar se trata, ¿por qué mejor no lo hacen sobre cómo lograr que el Estado evite los crímenes, en vez de proponer simplonamente que los privados paguen por los daños que este genera? ¿O será que, como guía de reflexión, eligieron a alguien para quien este nuevo seguro obligatorio es un negocio redondo?
Este disparate, en el mejor de los casos, pronto será rechazado por el pleno del Congreso y los ciudadanos solo habremos perdido el dinero que pagamos para financiar el diseño de este inútil proyecto de ley. En el peor de los casos, tendremos un seguro que castigará a inocentes por los daños que cometen los criminales y que reducirá el número de personas que se encuentren efectivamente cubiertas contra los daños que sí causan los automovilistas. Aunque, pensándolo bien, hay una razón por la que quizá no somos tan inocentes y sí nos merecemos algún castigo: haber cometido el crimen de escoger este tipo de congresistas.